martes, 30 de septiembre de 2014

Mudanza.

Cuatro años de mi vida empacados en cajas, bolsas y maletas, un par de tiliches necesarios y todo en la sala, todo apretujado esperando cambiar de locación. Es impresionante la cantidad de cosas a las que uno se aferra por el simple hecho de no perder un recuerdo, que en mi caso debería tener una mansión para guardar absolutamente todo debido a mi pésima memoria. Cuando en realidad las cosas son simples facilitadores de la vida. Lo difícil es decidir si se empacan, se tiran o se donan los sentimientos que acompañan las cosas. Cuál es la regla para eso? Cómo se separa?  No es el primer portarretratos que se colgó, es lo que representa.

Pues hoy es el último día que estoy en lo que fue mi hogar durante 4 años. Lugar que vio a Emilia crecer, caminar, hablar, gatear, correr, comer; fue víctima de los intentos de Bielski por aprender a hacer del baño (cosa que yo jamás logré), de sus ataques de hambre a mis paredes, de mis intentos por colgar cuadros fallido que sólo conseguí con ayuda del chaparrito. En fin, este departamento me vio a mi también crecer, reír muchísimo, comer no se diga, beber, llorar, confesarme; fue mi cómplice en muchos aspectos. Si mis muebles y paredes hablaran podríamos hacer grandes telenovelas, por eso me voy (y también porque el dueño lo va a vender, pero ello resta dramatismo).

La parte de mi que está melancólica siente un apego muy fuerte por este lugar, pero he de confesar que es una pequeña, muy pequeña parte de mi. Durante todo el proceso de la separación siempre creí que debía salirme del lugar que todo el tiempo torturaba mi mente, muchos días no fui capaz de estar aquí sola, la sensación de encierro y de sentir el corazón apachurrado me seguían a menudo cuando todo estaba muy fresco. Todo era un constante recordatorio de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que destruimos. Pero como todo, conforme fue pasando el tiempo fui tomándole gusto de más a estar sola, a no tener que compartir mis manías y a disfrutar el silencio, un libro, a no lavarme los dientes por dormir sola, cenar hasta sentir mi panza reventar, incluso ir al baño sin interrupciones (situación que no se presenta a menudo).

Y la otra gran parte de mi sabe que necesito esto, que cerrar ciclos es lo más sano para que los pasos se aligeren al subir. Esta parte de mi que me tiene ansiosa de llegar a un nuevo lugar y decir que es casa de Emilia y mía. Una nueva vista, un nuevo cuarto, todo diferente. Cambio de chip. Nuevas oportunidades.

Sólo espero la nueva casa sea tan generosa como lo fue esta, llena de calidez y mucho amor, eso sí, nunca faltó amor ni risas. Que al final es lo único por lo que de verdad vale la pena vivir. No sé bien que me depare este futuro próximo pero por lo menos hoy me siento en el camino correcto, espero cuando vuelva a estar harta de la mudanza siga con la misma actitud lover con la que me siento a las 10:10 am...   Si es que lo consigo, prometo hacer unos clamatitos de bienvenida, mismos que ofrezco para quien guste ayudar a desempacar porque aaaaaahhh que joda la mudanza. 

Así pues es la última vez que escribo desde mi cuarto, y tengo la vista del bosque de mi media luna. Adiós Boscoso!!

Todo va a estar bien, todo va a estar mejor.

Buenos días.
Nuria.



jueves, 11 de septiembre de 2014

A mis 28.

"... Hoy crucé el temor a la soledad
     y junté el valor para navegar
     todo el ancho mar
     voy a pasar..."

A mis 28 años muchas cosas han cambiado, mi esencia sigue siendo la misma, sigo siendo la misma gordita sonriente que cuando tenia 4 años. La diferencia es que hoy sonrío no por reflejo ni por inocencia, lo hago por agradecimiento, satisfacción, por placer, porque ahora lo hago cuando realmente me nace y lo hago con el corazón.

Que si creo que he madurado de un año para acá, donde mis entradas no me dejarán mentir todo era ira y desolación, no lo creo. Mas bien sé que hoy la perspectiva es diferente. Evidentemente la tormenta dejó de golpear las ventanas y el ruido del viento, si es que llega a azotar, no me molesta más. 

Todo este año he aprendido a explotar mis cualidades, he hecho esfuerzos descomunales por no perder el control, por ser prudente, por dar esfuerzos extra, por no castigarme por decisiones que he tomado, por ser empática con quien no quise serlo, por mantenerme lo más estable posible, por aprender a respetar a los demás, por enseñar a los demás a respetarme, por ser firme, por poner limites sin traicionar lo que yo considero importante, por escuchar consejos y llevarlos a cabo, por reconocer a las demás personas. En fin ha sido un año extremadamente interesante y de millones de aprendizajes.

Por ejemplo ayer me enfrenté a uno de mis más grandes temores. Una paloma de la muerte diría mi amiga Wendy, En cualquier otro momento de mi vida hubiera corrido por el policía de la caseta y le hubiera pedido auxilio, pero tras una hora de lanzarle cosas (incluida una toalla de manos que ahora vive en el techo de mis vecinos de planta baja junto a la sirena de Emilia), ocho mil porras de Panda después, que pasó desde el "hazle una de tus combinaciones" hasta "es un juego mental, no puede más que tu" y finalmente rociarla de protector de zapatos, salió por la ventana. El punto no es haberla derrotado, si no haber conseguido enfrentarla. Detenerme y saber que no hay más opciones, o lo hago o me metía a la cuna de Emilia a rezar porque saliera la desgraciada. Así ha sido mi año, saber que si no hago las cosas por mi, si no las enfrento, si no me levanto de la cama, si no cambio mi actitud nadie lo hará por mi, no importa cuanto se preocupen, cuanto me ayuden, cuanto me alienten, o cuanto estén al pendiente de mi. Yo soy la única con la capacidad de cambiar mi camino, o mínimo si no puedo cambiarlo por lo menos puedo irme cagando de risa mientras me ensucio en el intento.

A mis 28 años soy capaz de reconocer que he tenido avances monumentales como persona, como mamá. Emilia por ejemplo duerme ahora en su cuarto, en la escuela está inmejorablemente bien portada. Sigue siendo una niña tierna y cariñosa y cada vez me sorprende más su capacidad intelectual, a veces me encuentro tratándola como si fuera una adolescente cuando la verdad es que es una bebé, simplemente es extraño tratarla como bebé cuándo me pide pijamas (y la cito textual) de esqueletos de dinosaurios. No tiene ni los 4 años cumplidos y está aprendiendo a jugar ajedrez y gracias a su papá cree que los circles son super cool. No se preocupen, con el tiempo sabrá, gracias a su mamá, que ser salvajemente grupera y destruir las torres que le gusta armar también es digno de presumirse. No sé, ser mamá sigue siendo territorio desconocido, lo único que no pierde nitidez es que sin esa sonrisa y sin esos ojos mi vida no tendría sentido. Y que cada uno de los esfuerzos que hemos hecho su papá y yo aun en contra de nuestros propios impulsos han valido la pena. Emilia está perfecta y todo lo demás queda en segundo plano.

Así que tengo 28 años, y en mi vida no hay un orden definido o un programa de pasos, definitivamente no soy una persona de estructuras, me matan, pero soy capaz de cualquier cosa, desde enfrentar a un país extraño sin conocimiento de la lengua, pasando por ayudar a planear la boda más bonita en la que he estado, hacer planes con quien pensé ya no figuraba en su vida y quien algún día entenderá que siempre estoy descalza, ganar concursos de box, volver a unir lazos con mis amigos de toda la vida, entablar una amistad genuina con el papá de Emilia a pesar de cualquier probabilidad,  disfrutar los domingos con mis papás, de ser honestamente feliz por ver a mi hermana feliz, afianzar mi amistad con quienes entienden cada uno de mis chistes sin explicación, de matar criaturas gigantes cubiertas de pelo y colmillos dispuestas a matarme. En fin, estoy consciente que mi capacidad radica en la seguridad que le inyecto a las decisiones que tomo.  

Y sobre todo a mis 28 años soy feliz, tengo matices de locura como cualquiera, episodios de depresión y ataques de ira dignos de cualquier ser humano que se atreva a llamarse ser humano. Pero soy feliz, estoy en paz, me gusta quien soy, me gusta en lo que me he convertido y me gusta lo que veo en el espejo (a menos que sea un domingo que en realidad es sábado pero el día anterior fue viernes tratado como sábado). Como sea, hoy por fin me caigo bien.

Pues nada, acá sigo y cumpliendo promesa a María aquí seguiré. 

Buenas tardes,

"...Cambio de rumbo 
lejos de acá
fuera del mundo,
cerca del mar."