Cuatro años de mi vida empacados en cajas, bolsas y maletas, un par de tiliches necesarios y todo en la sala, todo apretujado esperando cambiar de locación. Es impresionante la cantidad de cosas a las que uno se aferra por el simple hecho de no perder un recuerdo, que en mi caso debería tener una mansión para guardar absolutamente todo debido a mi pésima memoria. Cuando en realidad las cosas son simples facilitadores de la vida. Lo difícil es decidir si se empacan, se tiran o se donan los sentimientos que acompañan las cosas. Cuál es la regla para eso? Cómo se separa? No es el primer portarretratos que se colgó, es lo que representa.
Pues hoy es el último día que estoy en lo que fue mi hogar durante 4 años. Lugar que vio a Emilia crecer, caminar, hablar, gatear, correr, comer; fue víctima de los intentos de Bielski por aprender a hacer del baño (cosa que yo jamás logré), de sus ataques de hambre a mis paredes, de mis intentos por colgar cuadros fallido que sólo conseguí con ayuda del chaparrito. En fin, este departamento me vio a mi también crecer, reír muchísimo, comer no se diga, beber, llorar, confesarme; fue mi cómplice en muchos aspectos. Si mis muebles y paredes hablaran podríamos hacer grandes telenovelas, por eso me voy (y también porque el dueño lo va a vender, pero ello resta dramatismo).
La parte de mi que está melancólica siente un apego muy fuerte por este lugar, pero he de confesar que es una pequeña, muy pequeña parte de mi. Durante todo el proceso de la separación siempre creí que debía salirme del lugar que todo el tiempo torturaba mi mente, muchos días no fui capaz de estar aquí sola, la sensación de encierro y de sentir el corazón apachurrado me seguían a menudo cuando todo estaba muy fresco. Todo era un constante recordatorio de lo que fuimos, de lo que hicimos, de lo que destruimos. Pero como todo, conforme fue pasando el tiempo fui tomándole gusto de más a estar sola, a no tener que compartir mis manías y a disfrutar el silencio, un libro, a no lavarme los dientes por dormir sola, cenar hasta sentir mi panza reventar, incluso ir al baño sin interrupciones (situación que no se presenta a menudo).
Y la otra gran parte de mi sabe que necesito esto, que cerrar ciclos es lo más sano para que los pasos se aligeren al subir. Esta parte de mi que me tiene ansiosa de llegar a un nuevo lugar y decir que es casa de Emilia y mía. Una nueva vista, un nuevo cuarto, todo diferente. Cambio de chip. Nuevas oportunidades.
Sólo espero la nueva casa sea tan generosa como lo fue esta, llena de calidez y mucho amor, eso sí, nunca faltó amor ni risas. Que al final es lo único por lo que de verdad vale la pena vivir. No sé bien que me depare este futuro próximo pero por lo menos hoy me siento en el camino correcto, espero cuando vuelva a estar harta de la mudanza siga con la misma actitud lover con la que me siento a las 10:10 am... Si es que lo consigo, prometo hacer unos clamatitos de bienvenida, mismos que ofrezco para quien guste ayudar a desempacar porque aaaaaahhh que joda la mudanza.
Así pues es la última vez que escribo desde mi cuarto, y tengo la vista del bosque de mi media luna. Adiós Boscoso!!
Todo va a estar bien, todo va a estar mejor.
Buenos días.
Nuria.
Hay que dejar en el pasado todo aquello que no utilizamos para dejar espacio a nuevas experiencias y a la feñicidad.
ResponderEliminarDeja atrás el pasado y sigue adelante.
ResponderEliminarEl pasado es la universidad que te ayuda a crecer. El presente es tu oportunidad. Y el futuro es la obra maestra que ya estás creando.
H. G. Wells escribió alguna vez que el pasado está hecho de recuerdos y el futuro de sueños, no se puede vivir en unos ni en otros así que a vivir el presente y a disfrutar las nuevas experiencias, el hogar es donde tienes tu corazón, que en tu caso se llama Emilia y está en el cuarto contiguo, no necesitas más. Y ya te dije, si hay que ir a China pues voy.
ResponderEliminarBuenas noches.