lunes, 17 de noviembre de 2014

¿Desde cuándo?

¿Desde cuándo desayuno avena con leche light porque hoy es lunes y entre semana no debo desayunar gordo? ¿Desde cuándo consumo proteína en polvo para balancear mi alimentación porque no hago la cantidad correcta de comidas al día? ¿Desde cuándo tomo glucosamina para mis articulaciones porque es probable que terminen en desgaste mayor de lo que deberían? ¿Desde cuándo uso exfoliantes todos los días y jabón especial para rostro? ¿Desde cuándo mi cabello recibe tratamientos para tener brillo y DETENER mi caída extrema? ¿Desde cuándo limpio mi cara con leche de arroz para humectarla? ¿Desde cuándo el sol me provoca quemaduras de segundo grado y deja mi piel con manchas y pecas? ¿Desde cuándo no ir al gimnasio me provoca culpa? ¿Desde cuándo una noche de fiesta me tumba dos días en cama? ¿Desde cuándo empecé a encariñarme con mis ojeras? ¿Desde cuándo los tacos me hacen daño porque tienen mucha grasa? ¿Desde cuándo prefiero estar en mi casa viendo un partido de americano tranquilamente o ir al cine cuando puedo ir por una cerveza? ¿Desde cuándo me perturba el atuendo de las niñas en el Corona Capital? ¿Desde cuándo la ginebra me provoca agruras? ¿¿¿Desde cuándo me dan agruras???... ¿Soy la única la que está pasando por estas situaciones?

¿Serán signos de la edad? Evidentemente nada de lo que me he cuestionado anteriormente son acciones malas, al contrario, todo va enfocado a sentirme mejor, a verme mejor, a no hacer tantas pendejadas como las hacía cuando salia. No sé. La verdad es que nunca me he visto como una persona mayor, porque normalmente estoy rodeada de gente más grande que yo. Suelo ser la "chiquita", además de que por mi personalidad, la gente tiende a cuidarme. Me gusta pensar que porque me quieren muchísimo y no precisamente porque encuentran fallas en mi sistema de vida, pero no ahondaré en el tema. Entonces si no soy mayor, ni me siento mayor ¿WTF conmigo?.

Les mando un poco de ayuda visual, en este momento estoy sentada en mi cama, con la cama evidentemente tendida ya, porque desperté a las 8:45 en lunes de puente, preocupada porque no fui a mi entrenamiento de hoy, con una mascarilla de avena que comienza a secarse y a jalar mi piel (lo cual me deja máximo 15 minutos más de tiempo para terminar de quemarme públicamente), pensando si debería poner o no pepinos en mis ojos para las terribles ojeras que JAMÁS desaparecen ya...

No es que todo este embrollo de la madurez me esté causando conflicto, he repetido en diversas ocasiones que ahora me caigo mejor, que me gusta más la persona que soy hoy, que me siento cómoda con mi piel actual aunque al sol le guste dejarme marcas, aunque las ligas del entrenamiento me saquen moretones en los brazos y la cuerda me deje de recuerdo los latigazos. Simplemente me sorprende que ahora hago cosas que jamás pensé iba a hacer. La realidad es que si no soy tan ruda como a veces creería, tampoco jamás me imaginé siendo señora de mascarillas, de pronto ni señora me imaginé. Pero heme aquí, divorciada y con una muñeca hermosa que le gusta llamarme "mamá", viviendo "sola" desde hace casi 5 años y tratando de encaminarme al bien comiendo mejor y cuidándome más, aunque las probabilidades dijeran lo contrario.

Es más, ahora que lo pienso, mis amigas y yo jamás fuimos de pijamadas con barnices y mascarillas y hablar de quién nos gustaba como en película gringa, nosotras bailábamos: cadera, cadera, pelazo en círculo (baile que jamás logré muy a  pesar de los millones de intentos de Mema) o a dominar la quebradita con cargadas, situación que también terminaba en muchos golpes frente a los ventanales de casa de los papás de Mansi; nos poníamos guantes y boxeábamos hasta que alguna conseguía parar a las otras dos porque ninguna es precisamente de mecha larga; o de plano nos subíamos a "asolear" a su azotea esperando que no hubiera albañiles que nos alcanzaran a ver. Dominamos el arte de los shots, mismos que ahora no puedo ver ni en pintura o me provocan un ardor extremo que me impide llegar directo a dormir y me obligan a tomar dos alka seltzer para no tener que dormir sentada... Me pregunto de qué hablaríamos si tuviéramos una sesión de mascarillas a nuestros ahora  casi 30 años. O a nuestros 50, u 80.

Así que ¿desde cuándo? no lo sé, pero esta es la nueva yo y me sigo descubriendo y sorprendiendo, y como esto es terapia para mi, creí importante compartir esta nueva faceta.

Comienzo a divagar así que me voy. Y como me dijeron hoy: trust me, as you get to know me... I just get weirder. 

Buena tarde, 
Nuria.


jueves, 6 de noviembre de 2014

Contención.

¿Qué pasaría si pudiera escribir con absoluta libertad? ¿Si pudiera escribir de cualquier persona y cualquier tema sin temor a ninguna repercusión? ¿De verdad tendré algún día el valor para hacerlo sin que me importe qué sucederá al final?

Cuando comencé el blog, la verdad es que no me importaba mucho qué tanto iba a ser bien recibido o no, si la forma en la que de cierto modo sacaba mi frustración afectaría a alguien o no. Todos los problemas en los que me metí por escribir creo que me llevaron al punto de contenerme un poco en la forma en la que ahora lo hago. Simplemente quería escribir y lo hice.

Así como también hice la promesa de desnudar mi persona y la verdad es que no me había dado cuenta de lo complicado que es llegar al punto en el que al hablar de mi, también es necesario hablar de mi entorno, de quién me rodea y la forma en la que me desenvuelvo con ellos. He pasado mucho tiempo cuidando las formas, escogiendo las palabras adecuadas, midiendo los pasos para no lastimar ni incomodar a nadie que creo que en ese proceso perdí hilo de lo que en realidad quiero transmitir. No sé, ¿de verdad la libertad consiste en ignorar las consecuencias de lo que uno puede llegar a expresar? ¿Pierdo autenticidad al no decir por completo lo que pasa por mi cabeza?

¡Que complicado! La verdad es que he aprendido que las relaciones humanas son un tema para discutirse en privado. No me refiero a las relaciones ajenas, y poder criticar como si uno tuviera cabida en los zapatos del otro. Me refiero a las que uno tiene incidencia, no deberían ser un tema a discusión para el resto de la humanidad, creo que uno tiene total y completo derecho de hacer de su culo un papalote, pero ahí viene de nuevo la disyuntiva. Puedo hacer lo que mejor me plazca con mi tiempo, mi espacio, mi corazón, mi cuerpo... pero hablar de ello expone a la otra persona. Entonces, ¿se puede o no se puede?

Si fuera completamente honesta conmigo, me diría probablemente que tiene razón el niño Valencia cuando me dijo que estoy enferma de la garganta porque hay algo que no he dicho. Apelando a mi abuela interna creo que tiene razón, que sí existen millones de cosas que me he guardado sólo por el hecho de no herir susceptibilidades de nadie y no precisamente por el hecho de yo ubicarme en el puesto de beata del año, si no sólo por llevar la fiesta en paz. Al final creo que soy una persona bastante autentica, quien me conoce sabe que no soy alguien que se esfuerce demasiado por caer bien o busque las palabras adecuadas para pertenecer. Después de todo cuando tratas de más, termina cediendo esa parte que está reprimida y un día decide exponerse de las formas más terribles que yo he visto.

Podría dar vueltas todo el día a esta pregunta que honestamente me ha torturado bastante estos días de pérdida de razón. Pero la única conclusión a la que he llegado es que no se trata de decir o no por completo y sin tapujos lo que quisiera. Ser irreverente no te da derecho a lastimar o incomodar a nadie, sea querido o no. La libertad para mi va más allá mis opiniones, de mi forma de concebir el mundo y quienes lo habitan. Aseverar un "estás bien" o "estás mal" es un juicio que sólo me concierne a mi. Exhibir a las personas a las que están cerca de mi no me empodera más, quizá mi blog tendría éxito, pero me traicionaría a mi y lo que toda a vida he peleado y defendido para mi vida: que nadie se meta en mis asuntos. 

Así pues, no es falta de valor que este blog no sea un chismógrafo y no sea tan crudo como podría ser, es simplemente que así soy. Si alguna vez me notan contenida, no hay qué dar vueltas. Así soy. Y no hay nada ni nadie que consiguiera hacerme actuar de forma distinta. Esa necedad que me caracteriza, me obliga a ser yo y preferir pasar otro día recluida en mi casa por enfermedad que tener mucho material para escribir. Así que de cierto modo sí me estoy desnudando ante ustedes, todos los matices por los que he pasado al escribir me definen. Ésta también soy yo.

Buenas noches, 
Nuria

martes, 4 de noviembre de 2014

"Pero mamá yo no quiero crecer..."

Pues resulta que estoy enferma. Tengo una enfermedad muy sensual de garganta que hace que cada que trague saliva me acuerde de todos mis pecados y me arrepienta poco a poco de ellos. Enfermedad en la que además, no puedo convivir con Emilia y de preferencia de lejos con el resto del mundo. Por lo que heme recluida en mi casa por lo menos dos días de reposo y 7 sin ejercicio y de besar a alguien no hablamos. 

Lo cual me lleva a dos puntos importantes. 1: Uno no debería ir al médico sin su mamá, porque la realidad es que no importa cuántos años tenga, siempre me va a hacer falta mi mamá para que la inyección súper ardiente magicamente baje su intensidad de dolor y con un: "estás bien bebé?" todo desaparezca. (Sí, a mis 28 años mi mamá me dice bebé y me manda aguacates y mixiotes los domingos después de verla y qué?).

Y el siguiente punto es: que joda es crecer. Es un hecho que tiene sus deliciosas y maravillosas ventajas ser un adulto, verte realizando cosas, alcanzando metas, pero qué pasa con la otra parte que la ves hasta que ya tienes el muslo atascado de lodo y ya no hay vuelta atrás? 

Alguna vez tuve un novio que tenía síndrome de Peter Pan, cada que iba a cumplir años colapsaba. Se negaba a crecer y a salirse de casa de sus papás, no quería jamás tener que ir a trabajar. A mi me causaba shock porque yo moría de ganas de hacer todas esas cosas que me parecían lo mas libre del mundo. Inocente paloma, jamás consideré que volverme adulto también representaba una cantidad ridícula de responsabilidades que sólo logran que el sueño sea más ligero.

Por ejemplo, recuerdo mucho que cuando me salí de casa de mis papás, el papá de Emilia y yo nos quejabamos mucho de porqué los duendes que hacían todo en casa de nuestros papás, dónde está de más decir que evidentemente nosotros no movíamos un solo dedo, no nos habían seguido hasta nuestro nuevo recinto. Dígase lavar ropa, planchar camisas (aunque confieso eso fue intento de no más de una ocasión), ir al super, tender camas, recoger la toalla de cuando te metes a bañar, etc, etc; todas esas cosas que cuando vives con tus papás das por hecho que suceden. O que de forma inexplicable siempre siempre hay fruta o jamón, o queso. Y qué pasa? te vas a vivir sólo y se acaba el jamón, la toalla puede vivir años donde la dejaste, los calcetines desaparecen, la basura se tiene que sacar, los uniformes de la niña deben estar limpios, los pasadores no regresan al cajón de los cepillos... En fin una serie de cosas que el día de hoy me tienen en completo odio a mi edad.

Por qué estoy en modo hater hoy? porque ayer leí un post en facebook que me hizo reir mucho, sobre hacer "que- hacer" escuchando a Selena. Y he de confesar que yo recojo cantando y bailando y "bidi bidi bom bom" es un rolón del chaching, si al final del día no hay otra opción y se tiene que limpiar, no hay otro camino que no sea con ritmo; y aunque gracias a dios hay alguien que me ayuda a hacer tareas pesadas, la cama no se tiende sola, el acomodo del super que aborrezco hacer tampoco magicamente sucede, el papel de baño no se coloca por si solo en el tubo, los zapatos no vuelven a su closet, etc. Y de pronto me di cuenta que las desventajas de crecer son nefastas. Sí, puedo llegar a la hora que quiera a mi casa, incluso no hacerlo si se me antoja; sí, puedo no tener nada en el refri más que noche buenas y huevo; sí, puedo gastarme todo mi dinero en unos zapatos y una bolsa; sí, tengo mucha libertad; sí, puedo ir por la vida en ropa interior aunque me vean los vecinos si me da la gana; sí, puedo comprar la marca que yo quiera de jamón; sí, puedo tener pingüinos y gansitos congelados en mi refri. Sí puedo, pero también odio llegar a mi casa y no tener con quien quejarme del frío, odio comer o cenar sola, odio estar enferma y que mi mamá no me traiga un té que cura todo y me haga un pan tostado con philadelphia y mermelada que hasta la fecha juro que tiene poderes curativos, odio ir al super y tener que acomodar todo en su lugar, odio que la cama no esté hecha porque no me da tiempo en la mañana, odio tener que usar calcetines de diferentes colores y que se sorprenda Esteban cuando llegan a ser el par correcto, odio bajar la basura, odio que parece que siempre hay algo que limpiar y sobre todas las cosas odio que mi ropa jamás ha olido ni olerá a suavitel como olía cuando mi mamá me la lavaba.

En fin odio esta maldita mononucleosis y el hecho de tener que haber ido a ver a mi tío sola y después ir al super y por medicinas y arroparme escuchando a Luis Miguel, y aunque parezca que me estoy tirando al piso por drama, no lo hago. Sólo comparto mis nulas ganas de ser un adulto el día de hoy, y ya que las medicinas carísimas ni los pensamientos felices me han hecho volar, trataré de ir a mi lugar feliz. 

Buenas e infecciosas noches.
Nuria