jueves, 6 de noviembre de 2014

Contención.

¿Qué pasaría si pudiera escribir con absoluta libertad? ¿Si pudiera escribir de cualquier persona y cualquier tema sin temor a ninguna repercusión? ¿De verdad tendré algún día el valor para hacerlo sin que me importe qué sucederá al final?

Cuando comencé el blog, la verdad es que no me importaba mucho qué tanto iba a ser bien recibido o no, si la forma en la que de cierto modo sacaba mi frustración afectaría a alguien o no. Todos los problemas en los que me metí por escribir creo que me llevaron al punto de contenerme un poco en la forma en la que ahora lo hago. Simplemente quería escribir y lo hice.

Así como también hice la promesa de desnudar mi persona y la verdad es que no me había dado cuenta de lo complicado que es llegar al punto en el que al hablar de mi, también es necesario hablar de mi entorno, de quién me rodea y la forma en la que me desenvuelvo con ellos. He pasado mucho tiempo cuidando las formas, escogiendo las palabras adecuadas, midiendo los pasos para no lastimar ni incomodar a nadie que creo que en ese proceso perdí hilo de lo que en realidad quiero transmitir. No sé, ¿de verdad la libertad consiste en ignorar las consecuencias de lo que uno puede llegar a expresar? ¿Pierdo autenticidad al no decir por completo lo que pasa por mi cabeza?

¡Que complicado! La verdad es que he aprendido que las relaciones humanas son un tema para discutirse en privado. No me refiero a las relaciones ajenas, y poder criticar como si uno tuviera cabida en los zapatos del otro. Me refiero a las que uno tiene incidencia, no deberían ser un tema a discusión para el resto de la humanidad, creo que uno tiene total y completo derecho de hacer de su culo un papalote, pero ahí viene de nuevo la disyuntiva. Puedo hacer lo que mejor me plazca con mi tiempo, mi espacio, mi corazón, mi cuerpo... pero hablar de ello expone a la otra persona. Entonces, ¿se puede o no se puede?

Si fuera completamente honesta conmigo, me diría probablemente que tiene razón el niño Valencia cuando me dijo que estoy enferma de la garganta porque hay algo que no he dicho. Apelando a mi abuela interna creo que tiene razón, que sí existen millones de cosas que me he guardado sólo por el hecho de no herir susceptibilidades de nadie y no precisamente por el hecho de yo ubicarme en el puesto de beata del año, si no sólo por llevar la fiesta en paz. Al final creo que soy una persona bastante autentica, quien me conoce sabe que no soy alguien que se esfuerce demasiado por caer bien o busque las palabras adecuadas para pertenecer. Después de todo cuando tratas de más, termina cediendo esa parte que está reprimida y un día decide exponerse de las formas más terribles que yo he visto.

Podría dar vueltas todo el día a esta pregunta que honestamente me ha torturado bastante estos días de pérdida de razón. Pero la única conclusión a la que he llegado es que no se trata de decir o no por completo y sin tapujos lo que quisiera. Ser irreverente no te da derecho a lastimar o incomodar a nadie, sea querido o no. La libertad para mi va más allá mis opiniones, de mi forma de concebir el mundo y quienes lo habitan. Aseverar un "estás bien" o "estás mal" es un juicio que sólo me concierne a mi. Exhibir a las personas a las que están cerca de mi no me empodera más, quizá mi blog tendría éxito, pero me traicionaría a mi y lo que toda a vida he peleado y defendido para mi vida: que nadie se meta en mis asuntos. 

Así pues, no es falta de valor que este blog no sea un chismógrafo y no sea tan crudo como podría ser, es simplemente que así soy. Si alguna vez me notan contenida, no hay qué dar vueltas. Así soy. Y no hay nada ni nadie que consiguiera hacerme actuar de forma distinta. Esa necedad que me caracteriza, me obliga a ser yo y preferir pasar otro día recluida en mi casa por enfermedad que tener mucho material para escribir. Así que de cierto modo sí me estoy desnudando ante ustedes, todos los matices por los que he pasado al escribir me definen. Ésta también soy yo.

Buenas noches, 
Nuria

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