miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sauna.

La constante sensación de estar dentro de un sauna estos días ha sido un martirio. Y que cada que alguien me dice algo que ligeramente no me parece correcto sentir como un chorro de agua helada sobre la espalda.

Hoy descubrí que lo que me molesta del vapor no es precisamente el calor como siempre pensé, o sentir las gotas de sudor recorriendo despacio mi piel o incluso la sensación de humedad que siempre me ha parecido desagradable. Lo que realmente me molesta es la angustia que me genera que mis músculos se relajen demasiado y sentir que no tengo la suficiente fuerza para levantarme. El irme sofocando lentamente y que el vapor me nubla la vista al grado de decir, no puedo más. Para mi es un ejercicio mental demasiado agotador, mismo que hoy descubrí y decidí no participar más. 

Desconozco la razón del porqué últimamente vivo con molestia y angustia. Mi nivel de tolerancia está en menos diez y creo que he discutido con el 80% de las personas que me rodean. ¿Por qué? Aún no término de descubrirlo. Quizá porque ahora detecto con mayor velocidad la afinidad que puedo tener con alguien o no, qué batallas para mi valen la pena el "gasto de saliva" o las que definitivamente dejo pasar sin menor preocupación. 

Se supone que después de la tormenta hay calma, ¿cierto?. Creo que de un tiempo para acá, me estoy dando cuenta que al hacer muchas cosas a mi modo y al comprarme la idea de que éste es mi barco y quien quiera se subirá y quien esté en desacuerdo lo veo en otro mar, comienza a atormentarme. ¿Será culpa? ¿Miedo a que nadie navegue conmigo? ¿A haber fallado?. 

He tomado decisiones en las que he pasado por alto a muchas personas, mismas que hoy me doy cuenta que les hice daño. No una herida de muerte, claro está, si no esas heridas que duran, que difícilmente se olvidan, que los han hecho el día de hoy tener miradas de recelo conmigo. Un día me dijeron que mi problema radicaba en que nadie nunca me decía que no, evidentemente en ese momento solté una gran carcajada porque me pareció un insulto de lo más burdo, incluso pensé: ¿cómo es que eso pueda ser algo que afecte mi percepción del mundo?. Bueno hoy quiero decir que no es que nunca me hayan dicho que no, simplemente no me gusta escucharlo. ¿A quién si? Y claro que me han rechazado, claro que me han dejado llorando en un coche y se han dado la vuelta, claro que me han dejado esperando en un café, claro que me han plantado un millón de veces, me han corrido de trabajos y he escuchado un: no vales la pena. No vas a poder. Me he quedado esperando un mensaje, una llamada. Para pronto hasta: vete a la verga, me han dicho. Al final no es eso lo que me molesta, es la vulnerabilidad que genera sentirte sin la capacidad de poderte levantar. Sentirte roto. Sin fuerza. ¿Se me está terminando la batería que traía hace seis meses que me juraba intocable? ¿Ya me cansé?.

No es tarea fácil encontrar paz cuando te gotea el sudor, estás a 40 grados, te falta aire y la vista está completamente nublada. No lo es.

Quizá sólo necesito un poco más de paciencia para poder incrementar mi capacidad pulmonar, jalar aire muy fuerte, contraer cada músculo que tengo y finalmente tener fuerza para salir del sauna. Es todo. 

Have a nice life, me acaban de desear, y no me mal interpreten, es lo único que deseo, pero... ¿cómo?.

Buenas tardes,
Nuria. 


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